Granos del desierto, reunidos en el viento, una rosa en el yermo...
Recluída en el páramo infinito, desamparada, severamente diezmada por el tiempo y la soledad. Ya ni siquiera puede llorar.
Condenada a secarse lentamente, resquebrajándose dolorosamente hasta convertirse en polvo. Polvo y nada más.
Finos corpúsculos vegetales de la rosa del desierto, vagan desperdigados a merced de la ventisca.
No existía una razón justa para su castigo. Solo la envidia...
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