Al anochecer, a la luz de las velas, a través de mi copa de vino te ví reflejado. Observé tu rostro en el cristal. Seguías siendo el mismo necio y amargado que sucumbe a los vicios y a las tentaciones. Eras el mismo de ayer y el de mañana. ¿Nunca cambiarás, verdad? Aunque poco a poco vayas quedándote solo, continuarás cometiendo los mismos errores. Esa es tu forma de vida y no pretendo cambiarla, solo te acompaño en tu desorientado viaje por tierras sinuosas que desconoces por completo. Hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, lo acepto. Elegí querer a un alma libre y siempre lo serás.
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