Vivir o morir.

No estoy loca si digo que este tiempo ha sido suficiente.

Vivir es a veces una verdadera locura.

Pero aquí estamos, viviendo y respirando.

Esté mal o bien, lo merezcamos o no, es así.

No se trata de vivir o morir, sino de estar en paz con uno mismo.

Nadie merece ser obligado a vivir si no quiere.

Aunque alguien pueda impedirlo, sería cruel si lo hiciera.

Es injusto decidir lo que no te corresponde.

No nos vamos a ningún sitio, tan sólo avanzamos a otro plano.

Un plano paralelo e invisible, pero real.

¿De qué serviría vivir cientos de años con un cuerpo vacío?

Es triste prolongar el sufrimiento de algo que está muerto.
Algo que por mucho que riegues ya nunca volverá a florecer.

Pero que, aunque no necesite respirar, padece igualmente.

Que esté muerto no significa que no pueda sentir o pensar.

No es afortunado por vivir eternamente su propia destrucción.

La inmortalidad es una cárcel en forma de planeta,

que pudre día tras día el alma de los buenos marchitos.

¿No merece compasión por haber muerto ya?

Vive triste por no tener la opción de decir adiós
sentado cada noche en el alféizar de mi ventana.

Llora gélidas lágrimas de cristal en las que las estrellas se reflejan 
y empaña mi ventana con una lluvia amarga.

La ignorancia tal vez te haga envidiarle.

Pero no tienes más que mirarle a los ojos para saber que los muertos

 desean morir mucho más que los vivos.